Fue un 17 de julio del 2013, cuando
Dios me dio el privilegio de atravesar una puerta desconocida para mí y caminar
así por algo nuevo.
Confieso que dos días antes había
tenido una fuerte lucha por el tema de la paz y la violencia en mi
país, y después de una noche de serios cuestionamientos a mí misma, a mi
entorno, incluso al tema de la paz que yo tanto había promulgado desde unos
años atrás, decidí aceptar el reto de cruzar esa puerta. También debo decir que
fui animada por mi amigo argentino, Ángel, un amante de la poesía (a
quien conozco desde hace años a través de internet), aún recuerdo sus
palabras: "Alicia anda...no tengas miedo, te va a ir bien". Él se
había tomado el tiempo de enseñarme, por algunos días a decir poesía, claro,
jamás como él, porque en ese arte, es único.
Ese día en compañía de mi madre, Conchita de Herrera Rebollo, me alisté para ir al primer recital de
poesía en el que participaría. Jamás
había estado en uno como parte de los poetas. No sabía nada de nada, ni de cómo
sería el ambiente, quienes llegarían, solo conocía los nombres de los y las
poetas. Sabía que mi prima Carmen Rebollo y mi cuñado German Oliva,
llegarían, lo que me animó grandemente.
Llegué a la Alianza Francesa emocionada y muy segura de haber tomado el
paso. Para mi sorpresa, también habían
llegado por mi invitación, Andrés
Espinoza y su esposa, y don José Emilio Aragón, además de otro joven escritor
que no conocía, pero que había sido invitado por un pastor amigo mío, Carlos
Melara, quien no fue por un percance con el carro. Me sentí feliz de contar con
ellos.