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miércoles, 19 de abril de 2023

30 de julio de 1975

 Aún tengo presente en mi memoria, el día 30 de julio de 1975, hace exactamente 39 años.

 Estaba esperando a que mi abuelita Mina, me llegara a traer a la casa, en la Urb. Universitaria, para irme a pasar las vacaciones de agosto o al menos unos días con ella, en la Col. Monserrat.  El teléfono no lo respondía, y se estaba tardando en llegar.  Me desesperé grandemente, y con apenas 9 años y medio, sin decirle nada a mi mamá o a mi papá, agarré mis cosas y me fui en bus.  Era la Ruta 30-B que me llevaría hasta donde mi abuelita, atravesando de norte a sur la ciudad.  Yo conocía la ruta porque con ella viajaba en buses, no necesitaba al motorista ni a nadie más.


No recuerdo que horas eran, pero tomé el bus en la esquina de la cuadra de mi casa. Bajó por la Gabriela Mistral, para luego tomar la 25 Av. Norte y pasar frente al Colegio Externado San José. Yo iba emocionada, queriendo pasar de "cachimbona», pero también iba con temor, porque era la primera vez que me subía al bus "yo solita". Había mucho tráfico y el bus pasaba lento...  Vi gente que corría en las aceras en dirección de la Universidad de El Salvador.  No sé cuánto tiempo pasó, pero al fin llegué a mi destino.

 



 

Caminé a la casa de mi abuelita, la que tenía y aún tiene, la Tienda Anita, frente al Mercado Municipal de la Col. Monserrat, y cuando llegué allí alrededor de las 5:30 pm, la reacción de mi abuela Mina, para quienes la conocieron, fue la de siempre cuando estaba conmocionada o exaltada, con su mano en el pecho: ¡ahh, ahh, Aliciaaa llegasteeeee!, me gritó y entre sollozos me abrazó.

Yo me sentí confundida, pensé para mí misma: wow como se emocionó, pero ¿qué pasa?   Ella lloraba y me abrazaba fuerte.  Al soltarme, agarró el teléfono y le llamó a mi mami, para decirle que ya estaba allí.  Me la pasó y ella me dijo: hija, que bueno que estás bien, no vuelvas hacer eso de irte sin avisar, no sabes lo que puede ocurrir en el camino. A lo que respondí: sí mami, perdóneme. 

 

 

 Después durante la cena, veíamos televisión, y las noticias del momento:

"Una manifestación donde participaban estudiantes de educación media y universitarios, fue disuelta por las autoridades militares, hubo enfrentamiento y murieron cientos de ellos". 

En ese momento entendí el porqué de la aflicción de mi familia, me quedé con la boca y mis ojos abiertos, y de repente comenzaron a rodar lágrimas por lo sucedido, y me preguntaba: ¿por qué matan a estudiantes? ¿qué malo han hecho? y muy sorprendida del riesgo que yo había tomado al irme como lo hice. Pero creo que no fue la única vez que me aventuré a andar sola a pesar del peligro. Después entre juegos con mi prima Marimina, mis primos Néstor y Tito, y las cosas que hacía de manualidades con mi abuelita, me quedé tranquila en su casa, aunque con la zozobra de lo acontecido, sentía confusión y un poco de miedo de lo que podía pasar después.

  De niña solo observaba muchas injusticias, a veces no me animaba a preguntar a mis padres, a veces sí lo hacía y preguntaba a mi papá, por qué sucedían esas cosas.  Siempre con sabiduría y tranquilidad me explicaba, sin llenar mi corazón y mente de rencor. Y así fui entendiendo la vida, tratando de razonar y tener una explicación de lo que miraba alrededor.  En esa época, di gracias a Dios que mi papá ya no era alcalde y estaba alejado de la política.

 Años después cuando veo que se conmemora ese día en memoria de tanto estudiante masacrado, siempre pienso en los azotes del militarismo, de lo que un mal gobierno puede ocasionar en la sociedad.  ¿Cómo era posible que en una supuesta democracia sucediera eso?

 He ido entendiendo que para muchos la democracia es solo una historia de ciencia ficción, mataban como ratas, cucarachas, y otros bichos a niños, jóvenes, mujeres, hombres, que se les pusiera en contra.  

 Ayer me preguntaba, porque siguen conmemorando este tipo de cosas, y pienso, que debe hacerse para recordar de dónde venimos y a donde no queremos volver.  Yo no quiero más un país convulsionado con armas, con represión, con mordazas.  No quiero un país sin libertad de expresión. Pero quiero un país en paz, libre, respetuoso. Que todos podamos con orden, respeto, y tolerancia podamos decir lo que pensamos y exigir nuestros derechos, aun en manifestaciones pacíficas, sin el temor de que los de arriba vayan y masacren a los participantes. Es mi oración cada día y desde mi trinchera trabajo por ello, que nuestro país avance hacia un futuro democrático, que haya cambios genuinos, que el entendimiento, el diálogo, el concertar, la búsqueda del bien común, sean el diario vivir de los hombres y mujeres, jóvenes, y niños y niñas de nuestro amado El Salvador.

 

 NUNCA MÁS REPRESIÓN EN EL SALVADOR

 

Voces estudiantiles apagadas
por el cruel cañón
gritan por siempre:
El Salvador será libre
con respeto y valor.
 
Voces reprimidas con saña,
bañadas de sangre
por el odio y poder,
recuerdan hoy
"La paz hemos de construir".
 
Voces de ayer y hoy, a una,
proclaman con fervor:
NUNCA MÁS REPRESIÓN EN EL SALVADOR

 

 

Alicia Herrera Rebollo.

 30 de julio 2014

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