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sábado, 29 de abril de 2023

Identificando banderines de violencia del altar a una vida insoportable (3)


En el anterior escrito, no mencioné que unos días antes de casarnos, hablé con mi mamá de cómo me sentía sobre la boda. Tenía dudas, temor quizá, pero lo cierto, es que le dije que sentía algo extraño y que no me emocionaba tanto.  Ella me contó que muchas mujeres sentían lo mismo en los días previos, y que como yo no era ya una niña, (yo tenía 27 años), y que eso de las mariposas en el estómago no era indispensable ni pensable.  Que estuviera tranquila, que todo iba a salir bien.

Se llegó el día de la boda, por cierto una bonita boda, sencilla, pero con la gente que me apreciaba y que apreciaban a mi novio.  Con la ilusión de una vida llena de amor, entré con una canción que yo había compuesto una año antes, pero cantada por mi amiga Vicky Castro y musicalizada por mi amigo Carlos López.  


Desde ese día, sin mentir, tuvimos un primer problema, que no permitió que nos tomáramos fotos de boda juntos. Pero bueno, nada del otro mundo, según yo.

Estuvimos tres meses en El Salvador, y luego en enero del 95 nos fuimos a Guatemala, para continuar sus estudios y yo iniciar otra etapa de estudio.  Nos involucramos en una iglesia muy preciosa que nos acogió con amor.  Es en esta etapa que empecé a ver ciertas conductas que no me gustaron. Comienzo entonces con banderines amarillo y anaranjados en nuestra relación. 

1. Prohibición de vestirme a mi gusto.

Estábamos por ir a un retiro con los jóvenes de la iglesia, y me dijo un día: mira, como no sabemos cómo es la iglesia, te vas a bañar en short y camiseta.  Me quedé helada, ya que desde mi adolescencia por ser gordita, me bañaba con traje de baño y una camiseta encima.  En el último dos años había bajado de peso y me quité la camiseta, me sentía libre y cómoda.  Pues cuando me dijo eso, me molesté y le dije que no iba a hacer eso, que prefería no bañarme.  Y eso fue lo que pasó.  Definitivamente debí haberme bañado con mi traje de baño, pero por no entrar en conflicto, opté por no bañarme.  También empezó a sugerir, hacer malas caras o hacer gestos en reprobación a cierta ropa.

2. Los celos incrementaron.

Los celos que se manifestaron en el noviazgo incrementaron.  De verdad, no hallaba como explicarle que no tenía interés en aquel hermano de mi iglesia.  Eso comenzó a hostigarme y muchas veces me enojé, y los celos también se activaron en mí, no lo niego.

Cuando me involucré en política, él se distanció y apoyó más al otro partido, pero comenzó a celarme por la amistad con un compañero del partido, que nada que ver conmigo. Solo éramos amigos y no de confianza.  Yo también comencé a celarlo por su amistad con una chica del partido con el que íbamos en coalición y con el que él trabajaba.  También yo lo había celado con otra salvadoreña que él había conocido por un chat y también por algunos mensajes en el teléfono que encontré.

En fin, los celos mutuos estaban creciendo  y ya saben cómo es una vida matrimonial con celos.

3. Incomprensión en mi estado de salud.

Desde las molestias que ocasionaba el uso de anticonceptivos al inicio del matrimonio hasta cosas más graves, que duelen.  Al regresar a El Salvador en 1996, comencé a padecer de hemorragias uterinas, poco a poco iba en aumento. Fui diagnosticada con fibromas intrauterinos, y eso ocasionó que las menstruaciones duraran hasta 15 días.  A veces ponía en duda que yo tuviese dolores y hasta oí una plática con uno de sus hermanos, en el que decían que era mentira, que yo era una exagerada.  Fue hasta el día del velorio de mi abuelita materna, me vio con el dolor, ahí, él y mi mamá se dieron cuenta de la intensidad de los dolores.  

4. Chantajes emocionales.

A pesar de que yo trabajaba en un colegio por las mañanas, por las tardes siempre le acompañaba a la iglesia. Cuando estuvimos en la iglesia de Ayutuxtepeque no había tanto problema, de ir, pero cuando en 1998, comenzamos un nuevo ministerio en otra iglesia, mis hemorragias ya habían aumentado, y la anemia se hizo presente.  Por lo que yo pasaba con mucho sueño, y otras molestias del caso.  En varias ocasiones me obligó a ir con él, viajando en bus, hasta Santa Tecla, y yo con mis hemorragias. Una vez me dijo: "Si no vas conmigo, dejaré de ser pastor".  ¡Y allá la Alicia comprensiva accedió a ir! Quizá lo hice por no ocasionar que él dejara "su vocación".  Pienso en esto, y créanme que aún duele. 

5. Alejamiento de mi familia.

Trató de que yo no participara en reuniones familiares, porque había que ir a la iglesia. Yo no era la contratada en la iglesia, sino él, y las reuniones eran esporádicas. Una vez que se hizo una reunión de toda la familia extendida, me volvió a chantajear, pero esta vez no hice caso y me fui a la reunión.  Esta fue la última hasta el día de hoy.  Por supuesto, trajo el pleito antes y después.  Yo ya me estaba cansando de muchas cosas que sucedían. 

Pero debo señalar, que quería que si asistiera a reuniones de su familia. Como yo me adapto facilmente y soy sociable, pues iba y disfrutaba con ellos.

6. Burlas y ofensas graves.

Las burlas comenzaron, que si yo tenía la Maestría y no hacía nada con ella. Al principio lo veía como un incentivo de que me pusiera en acción y sacara más partido de mis estudios.  Pero fui notando que no era eso, sino el minimizarme.   También  se burlaba de aspectos y costumbres de mi familia. Si yo lloraba, se reía, si me enojaba, se reía, todo era burla hacia mí, hasta llegar a los extremos.

En los últimos años de convivencia, a mi me habían puesto un Diu para evitar que menstruara, ese dispositivo tenía un efecto secundario que se dio en mi, me salió acné en la parte trasera de las piernas y glúteos. Fue horrible, y como tengo mala cicatrización, iban quedando evidencias. Pues un día, que yo quise estar con él, bruscamente me dijo que no, porque le daba asco ver eso.  Yo lloré amargamente y claro, le reclamé. Este episodio lo había olvidado, hasta hace unas 3 semanas lo recordé y me hizo llorar. Que dolor más grande sentí y siento.  Yo podía haberme burlado de él de muchas cosas de él y nunca lo hice.  Cuando me ofendía, le decía que se callara porque yo podía ser más grosera que él.  No sé cómo me abstuve de decirle cosas feas.

Todo esto fue aumentando con el tiempo, como todo en un círculo de violencia.

7. Alejamiento físico y emocional.

Al principio creí que el alejamiento físico fue porque habíamos perdido a un bebé a mis 7 semanas de embarazo. Él me dijo que no quería que yo muriera y que no importaba si teníamos o no hijos. Pero al año de yo querer tener intimidad, me dijo que no, pero que me quería y amaba.  Traté de comprenderlo, pero eso me fue marcando a mí.  Las cosas ya no eran igual,  

En lo emocional, ya todo estaba cambiando, yo me sentía destrozada, aniquilada, llegaba llorando al Colegio.  Le escribía poemas, intentaba acercarme en todo aspecto, pero nada parecía funcionar. 

De mi parte, nunca voy a olvidar el 1 de enero del 2008, cuando él dijo una expresión dura, sentí que ahí mi amor, respeto, aprecio, lo que fuera, terminó.  Ya no era el hombre espiritual del que me había enamorado, el velo se rasgó ese día. Por respeto no quiero mencionar lo que dijo. Me pidió perdón, pero le dije, que no era a mí a quien debía pedirlo, sino a Dios.  Ese día oré porque él realmente cambiara su corazón.

8. Expresiones de envidia o celos por mis logros.

Fueron muchas las veces que me decía de manera grosera o frustrada, que la gente de las iglesias en que estuvimos, me querían más a mí. Yo siempre le decía, que no sabía si eso era cierto, pero que diera gracias a Dios que tenía una esposa que era apreciada por los demás.  A veces también se burlaba de que yo me había graduado con honores o que tenía la Maestría. Es cierto, que expresó admiración por ese tipo de cosas, pero cuando quería pelear decía cosas como esas.  Yo siempre lo admiré a él por su inteligencia y agudeza teológica, a veces me retaba a que yo escribiera, y cuando yo no manifestaba deseo de hacerlo, él salía con expresiones hirientes.  

Hay muchas personas que nos conocían, que me lo llegaron a expresar después, que notaron este punto en él. Desde compañeros hasta maestros y familiares.

9. Miradas de desprecio y de casi odio.

Yo sabía que él tenía una mirada muy fuerte, pero muchos si me lo dijeron en esos momentos. Mi madre fue una, que aunque no se metía en nuestros problemas, a pesar de vivir cerca, decía que no soportaba su mirada tan dura hacia mí.  Por cierto, a veces ella parecía ponerse del lado de él, cuando yo llegaba a ella con una queja.  Después me confesó que sentía dolor, por su actitud hacia mi.

10. Forcejeos y golpes en objetos/mascota.

Las peleas entre los dos se volvían insoportables, las malas palabras volvieron a mi boca, él daba golpes a la mesa, a objetos, incluso a nuestro perrito una vez le tiró una patada.  Llegamos al forcejeo cuando alguna vez me quiso elevar la mano. Yo ya no me dejaba, y lo atajaba con mis manos. 

11. Violencia económica y patrimonial.

Si, desde el año 2002 que le pidieron que dejara la iglesia, él no tuvo empleo fijo, hacía proyectos de páginas web, y trabajos de ese tipo.  Pero vivíamos de mi salario de medio tiempo, que no era mucho y con deudas de la tarjeta de crédito a mi nombre. Cuando conseguía trabajos, no era quien pagaba las deudas, sino que se desvivía por actualizar la computadora, so pretexto de que sería su herramienta de trabajo. Al final, cuando terminamos me dejó una deuda de casi 9 mil dólares, que no sabía cómo iba a pagar, pues no tenía trabajo.

Con lo de la deuda que no estaba pagando, me sentenció que si yo no daba en renta el apartamento que tenía en la casa de mi mamá, él no pagaría nada. Él había adquirido ese préstamo, y había dicho que lo pagaría, con su salario del trabajo que tenía desde octubre del 2008.  

12. Separaciones /abandono.

En casi 15 años de vida juntos, tuvimos 4 separaciones físicas. Dos porqué el optó por irse, dejándome  mal y en el hospital con tratamiento por depresión.  Otra porque yo me fui, al ver tanto desprecio e insulto para mí.  A estas alturas, desde el 2002 al 2009, la vida era insoportable, ya no era algo que se disfrutaba.  En el 2008, le diagnosticaron  diabetes, y creí que todos nuestros problemas quizá era por ese padecimiento, lo cuidé  15 días de manera intensa. Tuve que pedir permiso en otro colegio donde estaba trabajando ese año.  Las cosas cambiaron un poco, pero poco a poco volvieron a su ritmo. Como casi todas las separaciones y reconciliaciones se dio el círculo interminable: Separación - luna de miel - las cosas vuelven al ritmo de violencia.  Definitivamente ya no era una relación sana.

En octubre de ese año, yo me involucré en política, y fue algo que me llegó como tabla de salvación, me hizo olvidar todo, la campaña, la gente nueva que conocía, un sueño cumplido de mi infancia y adolescencia me ayudó a sobrellevar, pero los problemas eran evidentes ante los compañeros de partido con quienes compartí la campaña.  Él se alejó y creo que hasta hizo amistad con alguna mujer del otro partido con el que íbamos en coalición.  

A estas alturas, yo llegué a reaccionar de una manera violenta ante todo lo que vivía, mi depresión era tal que un día, me eché encima un bote de basura, así me sentía, otro día, me quise cortar las venas, pero tuve miedo,  destruí cosas de él, mías, libros.  Ya no aguantaba esa vida, y aun así quería seguir y arreglar, buscaba consejos, pero todo iba empeorando.

En abril del 2009, al enterarme por una llamada telefónica que no estaba pagando una deuda adquirida con mi tarjeta de crédito, tuvimos una pelea, yo lloré y él se burló. Me quiso pegar y no lo permití, así que forcejeamos hasta que me arrinconó por la puerta.  

Pero me armé de valor y le dije que ya no más se iba a burlar de mí, y le pedí que se fuera de la casa y le abrí la puerta. Se fue, pero como era tipo 9 pm, regresó. Se quedó por 5 días, sin hablarme. Le pedí que buscáramos consejería, pero no quiso.  El día que se fue, le dije que ya no habría vuelta atrás. Que esa separación era definitiva.

Yo me quedaba en depresión y sin trabajo. Pero en una plática telefónica con mi hermano, me dijo: Alicia qué no confias en Dios que te puede sostener sin la presencia de tu esposo.  Deja que se vaya, Dios te ha llamado a una vida de paz.  En esa Semana Santa, mi hermana Ana Celina en la distancia, mis amigas Beatriz Sánchez y Vioneth de Ramírez, me sostuvieron en la distancia, así mismo un amigo de chat, un señor bastante mayor, Will Johnson, me ayudó grandemente.  Sonia Saca, otra amiga y vecina, me llegó a proponer un negocio de venta de los dulces típicos que ella elaboraba.  Así es que me fui con ella, el día que mi esposo se estaba yendo de la casa.  

Quizás hay más banderines amarillos y anaranjados, y al recordar todo esto, he revivido el dolor y la impotencia que sentía, al ver que mi sueño de un matrimonio lindo se fue poco a poco.  Lo que más me dolía en este tiempo es que tenía que fingir estar bien.  Mientras escribía pensé, ¿cómo pude soportar tanto?  Hoy solo puedo decir: 

Solo Dios me ha sostenido en los momentos
más oscuros de mi vida.
Solo su amor me llenó y me hizo sobrevivir...

Alicia Herrera Rebollo


Otros escritos del tema:

1. Desde El Salvador al mundo: Identificando banderines de violencia - Introducción (1)

2. Desde El Salvador al mundo: Identificando banderines de violencia en el noviazgo (2)





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