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miércoles, 19 de abril de 2023

De como aprendí a ser más honesta con mis calificaciones

Recuerdo que en cuando estaba en el Colegio La Sagrada Familia, de tercero a sexto grado, estudiamos con el método personalizado.  Cada 15 días teníamos que llevar un reporte con la nota de la quincena. Pues cuando estaba en 5º grado en una ocasión había sacado solo 5 y 6 y me sentía avergonzada de mostrarla a mi mami y a mi papi. Decidí, una maravillosa idea, según yo: calcar la firma de mi papá.

Como a eso de las 7 de la noche, mi papá y mi hermano Carlos estaban en la sala. Me afligí al ver que mi padre tenía el reporte y mis clases con la firma falsificada. Ufff que sensación más horrible, me sentí tan chiquita, tan avergonzada.  Pero mi papá en vez de regañarme y castigarme le dijo a Carlos que se fuera y se puso a conversar conmigo.

 No, él no me dijo que lo que había hecho era pecado, ni me dio un sermón por mis malas notas por no haber terminado las clases. Pero recuerdo que me hizo ver que lo que había hecho era ilegal, y era una usurpación y falsificación de identidad. Y que eso no debía hacerse porque era penado por la ley. Me habló de la honestidad en todo, que debía afrontar las consecuencias de mi accionar (no haber trabajado a conciencia completando las fichas de clases, los que estudiaron con educación personalizada, pueden entender esto, a uno le tocaba investigar los temas que los maestros nos dejaban, no nos daban clases magistrales). y que siempre debía confiar en él, para mostrarle aun una mala nota. Y que debía aprender a ser integra en todo lo que yo hacía. Me firmó las fichas, y con una nota para la maestra, pidiendo disculpas por lo sucedido.

 Desde ese día me aplique más a terminar las clases, y eso me dio una capacidad de investigación que me sirvió a lo largo de mi vida y aun a hacer mis tareas en la universidad y en el seminario teológico donde estudie. Que hasta mis compañeras me decían que por que hacía tan rápido mis investigaciones. NO recuerdo si me castigó, pero la vergüenza de haber hecho eso, creo que fue mi mayor castigo. De verdad, eso también me enseñó, a no ser copiona, ni atribuirme nada que yo no inventara.

 

Alicia Herrera Rebollo

25 de mayo de 2009


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