Un domingo por la noche, mi perrito Buggy
se salió de la casa y como es usual, pensé que regresaría más tarde. Al
día siguiente por la mañana aún no había regresado. Lo busqué cerca de la
casa, pero nada de encontrarlo. Pensé que andaría con alguna perrita en
las casas de la segunda etapa de la colonia y pensé encontrarlo por la tarde
que regresara del trabajo. Pero, tuve que ir a la doctora y llegué a casa
casi a las 9 pm. Buggy brillaba por su ausencia. Se llegó el martes por la
mañana, tampoco había vuelto y en la tarde que regresé me dolían tanto los pies
que no me animé a ir a buscarlo. No quise comentar nada, porque no
quería ser señalada de descuidada.
En la tarde le dije a Dios que, si no se lo
habían robado y aún vivía, que hiciera que regresara solito. Tipo 5:30 pm
rascó la puerta. Mi primera reacción fue darle una palmadita y le dije: “sos
un vago”. Pero al darle la palmadita, el pobre Buggy agachó su cabecita e
hizo un gruñido, como que le dolía. Pero no era el clásico chillido de cuando
uno le pega, sino algo más lastimero. En el momento pensé: "mmm a
este algo le pasó" y lo revisé, pero no tenía heridas, golpes ni nada. Y
como venía algo sucio, lo fui a bañar. El muy mansito como siempre dejó
que lo bañara, pero cuando lo solté, vi que patojeó y caminó con
dificultad. Lo medio sobé con una crema balsámica.
En todo este proceso, pensé.
1. Los hijos de Dios a veces somos como
Buggy, nos vamos, nos escapamos, nos alejamos, del que nos cuida, y por seguir
nuestros instintos y pasiones, no nos importa a veces ni comer, a pesar que
podríamos encontrar peligros, allá afuera. En mi casa había como
siempre agua y comida. Había dejado la ventana abierta para que cuando quisiera
pudiera entrar.
Cuando anda con alguna perra en la primera
etapa de mi colonia, nunca tengo problemas, pues cuando comienzo a caminar
hacia la tienda o hacia afuera de la colonia, él siempre sale a mi encuentro o
con un silbidito y con oír su nombre, me busca y ya lo llevo a la casa. Por eso
deduzco que Buggy seguramente andaba atrás de alguna perrita muy lejos de
mi casa, escapando de mi vista y cuidado.
Cuando más nos alejamos de Dios buscando
nuestros deseos, más peligro corremos.
2. Buggy ya lastimado por un perro o por algún carro, no lo sé, regresó a la casa. Entró cabizbajo quizás intuyendo, que allí encontraría comida, agua y un lugar donde descansar, y un toque especial de su ama.
Nosotros los hijos de Dios de igual manera,
cuando sabemos que hemos fallado, cuando somos heridos y lastimados por andar
en nuestros propios pasos, siempre buscamos en donde sabemos que encontraremos
ayuda y reposo pues tenemos esa certeza de encontrar en Dios lo que
necesitamos.
Ahora bien, es feo compararme, pero cuando
le di la primera nalgada a Buggy, recapacité y pensé, si yo fallo a Dios, ¿Cómo
me recibiría Él cuándo regreso a Él?, e inmediatamente le hice una caricia y le
dije: Buggyto no seas vago, que te puede pasar algo.
No me dejarán mentir, pero Dios siempre nos
recibe con amor, con su abrazo, con su cuidado. A mí se me fue de la
vista por dos días, pero ante Dios, jamás nos escaparemos de su vista, aunque
nos alejemos de sus caminos o cuando a lo mejor nos hemos echado una canita al
aire, pensando que no estamos haciendo nada malo y que es natural lo que
hacemos.
¿Saben? Cuando lo fui a bañar, pensé como
Dios siempre nos recibe con amor y nos cuida las heridas que nuestra
desobediencia provocó. Pensé en el buen pastor con el cuidado de sus ovejas,
y como Jesús es con nosotros.
Cuando le sobé la patita con ungüento,
pensé, " así es Dios con nosotros, nos alivia el dolor con su amor y
comprensión, con su palabra y perdón".
Después Buggy comió y bebió agua y se echó
a descansar, solo me miraba con sus ojitos tristes. Le di una pastilla para el
dolor, y lo dejé descansar. Hoy no buscó volver a salir, seguramente en
su interior tenía miedo. -
En la madrugada, como siempre, casi se sube
a mi cama para que lo dejara salir, y le dije un rotundo NO y ya no intentó, se
fue a echar.
Sinceramente pensé que hoy en la mañana
estaría mejor. Pero al levantarme, él se levantó y observé que patojeaba
aún más, y su patita la levantaba evitando el contacto con el suelo. Lo
volví a medio sobar, pero esta vez, le entablillé su patita y lo vendé.
No lloró, no lo evitó ni nada. Y pensé: "sabes que esto es lo mejor,
solo inmovilizándote podrás sanar tu dolor".
Y una vez más vino a mi mente una verdad:
que el dolor del pecado, del alejamiento de Dios y las consecuencias de esto,
generalmente no las podemos evitar. A veces tenemos que inmovilizarnos,
estar quietos, aun con dolor, pero seguros de que Dios nos ha perdonado, pero
no quitará la consecuencia.
Buggy seguramente volverá a irse tras una perra, pero por un tiempo creo que aprenderá la lección de no irse lejos de la casa. Yo espero jamás irme tras mi propio camino, porque sé que algo negativo vendrá a mi vida, y no quiero jamás alejarme de Dios y ser herida por mi desobediencia. Pero sé que, si alguna vez me pasa, tendré los brazos de mi Dios prestos a socorrerme, a cuidarme, a sanarme, etc.
A veces no nos damos cuenta de cuánta misericordia y amor tiene Dios por nosotros, que nos protege y nos libra de mil peligros, y nos da nuevas oportunidades de vida, de cambio, de volver nuestra mirada y caminar hacia Él. Mi corazón solamente puede exclamar: Gracias Dios por recordarme que, en Ti, siempre puedo confiar, que tú siempre me cuidarás y me recibirás con amor.
Alicia Herrera Rebollo
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