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domingo, 21 de mayo de 2023

Carta a quien asesinó a mi padre

 


Estimado Amigo,

Desde hace 34 años he querido escribirte. Al fin se dio la oportunidad para contarte como ha sido este tiempo desde que tomaste la decisión de cortar la vida de mi padre. 

No, no te conozco. Nunca te he visto. Ni siquiera se tu nombre. Solo supe que la organización a la que pertenecíais, proclamó una victoria política por el hecho que cometiste. Si, pertenecías a las "Fuerzas Populares de Liberación", las FPL. Fueron ellos quienes se atribuyeron ese acto. 

Sabes, me costó mucho tiempo entender por qué lo hiciste. ¿Quién te dio la orden de hacerlo? ¿Te dieron motivos para hacerlo? Posiblemente no. Yo sé que hubiera sido difícil cuestionar la orden de un cabecilla. 

No pretendo hacerte sentir mal. Ni juzgarte. Quiero asegurare algo; y te lo digo desde lo más profundo de mi corazón: NUNCA he sentido el más mínimo rencor por lo que hiciste. Jamás mi corazón albergó odio por vos, o por las personas que te dieron la orden. 

Pero quiero contarte algo, lo que paso ese día; 23 de mayo de 1979. Estoy seguro que lo recordas. 

Desperté como a las 5:45am. Me apresure a prepararme para ir al Colegio. Cuando salí de mi cuarto y pase por la sala, vi a mi padre; vestido, arreglado. Esto me extraño porque generalmente yo me iba al colegio antes que él saliera al Ministerio de Educación. Me imagino que recordas que en ese momento fungía como Ministro de esa cartera. No creo que lo ignoraras. 

Pero bueno, cuando pase frente a mi padre, lo vi con su rostro siempre sonriente. Mi cara, te podes imaginar, casi dormido dirigiéndome a bañarme. Tenía 12 años. Cuando me vio, con un gesto cariñoso, toco mi cabeza y me dijo: "Hola colocho" (Así me decía). Yo le pregunte, "¿Por qué se va tan temprano?". A lo cual él me respondió: "Ah, para no encontrarme a los peludos". Obviamente se refería a personas que querían hacerle daño. Una semana antes, yo había contestado una llamada en la que me dijeron: "Decile a tu tata que lo vamos a matar". ¿Habrás sido vos el de la llamada? 

Al salir del baño, volví a pasar por la sala. En ese instante, entro a la casa Don Fabio, su motorista. Un gran personaje. Había sido luchador en la arena Santa Anita. Su nombre de pila era "Saeta Azul". Gran amigo de la familia. Tomo el attaché de mi padre y le dijo: "Nos vamos Doctor"... "Demole" contesto mi padre. Pero justo antes de irse y darme un abrazo, le dije: "Papa, regáleme para el recreo". El saco 25 centavos de colon y me los dio. Era una fortuna. "Dios papi", le dije, viendo las monedas. 

Minutos después, cuando ya me había arreglado con mi uniforme blanco del Liceo Salvadoreño, escuche el pito del vehículo de mi Tío Meme, hermano de mi madre. El me llevaba al colegio porque mi primito Chamba también estudiaba ahí. 

Todo parecía un día normal en el Colegio. Hasta que dieron las 9:00am. A mi salón de 7o Grado "C", entro el Director del Colegio. El Hermano marista Eustasio Martinez. El me llamó y me dijo: "Carlos, trae tus cosas y ven conmigo". Yo estaba seguro que no había hecho nada grave como para expulsarme. Pronto mi temor cambio de ánimo. Él me dijo: "Tu papa acaba de tener un accidente y van a venir a recogerte". 

A estas horas, me imagino que vos ya habías huido del lugar. Posiblemente estabas celebrando e informando a tus jefes, de que todo había sido un éxito. Quizás no, a lo mejor, estabas consternado y preguntándote: "¿Por qué lo hice?". 

Cuando llegaron por mí. No puedo olvidar el rostro de don Rene. Un amigo de familia que trabajaba con nosotros. Me abrazo y me decía llorando: "Ay Carlitos, Carlitos... Ay Carlitos". 

Yo no entendía, puesto que pensaba que solo había sido un accidente. ¿Sabes? yo me imaginaba a mi papa en un hospital con sus piernas enyesadas; pero con una enrome sonrisa. Me lo imaginaba diciéndome: "Que paso colocho. Hoy si metí la pata". El nunca perdía el sentido del humor. 

Cuando llegue a mi casa, estaba completamente llena de personas. Señoras de los mercados, profesionales, familiares, vecinos, etcétera. Todos tenían una cara de consternación. Entonces me iba dando cuenta que tu misión había sido efectiva. 

Me costó atravesar desde la puerta de la casa hasta la habitación de mis padres. Cuando llegue al cuarto de mi madre. No puedo describirte lo que sentí. Ver a mi madre destrozada; sosteniendo un pañuelo ensangrentado de mi padre. Me abrazo, y no pudo decirme NADA. Solo escuche sus gemidos y lamentos. 

¿Con quién estabas en ese momento? ¿Qué te dijeron tus camaradas y jefes? ¿"Bien hecho"? ¿"Buen trabajo"? No amigo, no fue un buen trabajo. Fue un grave error hacerle daño a alguien que amaba su país y luchaba con toda su alma por darle una oportunidad a la gente más necesitada. Un hombre honesto, coherente. Un buen padre. Un excelente amigo. Un gran mentor. Fue un error querido amigo. 

¿Sabes? me hubiera gustado que lo conocieras. El trataba a todos por igual. Siempre decía: "La persona que está frente a uno, es la más importante. Sea un rey, sea un obrero". Que tan cierto es eso. Porque a los ojos de Dios, todos somos iguales. 

Esa etapa fue dura. Aún más, los años por venir. La ausencia de nuestro padre. Sus sonrisas, sus chistes, sus consejos. El preguntarme: "¿Que diría de mis hijos?" "¿Cómo sería tener a alguien a quien pedirle ayuda o consejo?" ¡Ah! como me hace falta amigo. 

Ya pasaron 34 años ahora. ¿Dónde estarás? ¿Que ha sido de tu vida? ¿Tienes hijos? ¿Estás trabajando? No hago estas preguntas para que me las contestes; sino porque por muchos años, he orado para que Dios bendiga tu vida. He pedido a Dios que tus hijos no cosechen lo que tu sembraste. He orado a Dios para que seas prosperado y que por su misericordia, puedas tener una relación personal con EL. 

No sé dónde estás. No sé qué haces. Pero puedo intuir donde están los que te dieron esa horrible orden. ¿Sabes? no entiendo cómo pueden hablar de lo mucho que sus adversarios dañaron al pueblo; pero se han olvidado de casos como el de mi padre, y el de muchas otras personas, en los que destruyeron vidas completas. 

No sé si escuchaste, o te diste cuenta. Algunos de los antiguos dirigentes de tu grupo, las FPL, pidieron perdón a la sociedad por todos los actos de dolor que habían causado. Quiero contarte algo, ese día, cuando escuche esa preciosa frase: "Pedimos perdón..." Llore con todas mis fuerzas. Sentí un dolor hasta lo más profundo de mi ser. Y después de reponerme, dije en voz alta: "Los perdono. Siempre los he perdonado". 

Que alivio querido amigo. El saber que puedo andar tranquilo. No tengo el más mínimo odio, ni rencor por Ustedes. Eso me ha hecho más fácil la vida de mi familia; y la de mis hijos. Ellos no conocen el odio. Ellos no saben que es el sentido de venganza. Ellos no saben lo que es tener raíces de amargura por haber recibido un daño. Porque por la gracia de mi Señor, yo nunca lo he sentido. 

La paz de Dios y la tranquilidad que viene de los buenos recuerdos del amor que compartimos con mi padre, nos han confortado en el pasado, hoy, y lo harán en los días que vienen. 

No hay palabras que puedan llenar el vacío que deja un padre. 

Pareciera que al perder a un ser amado, el tiempo se detiene; deseando una mirada más, una caricia más, un beso más. 

Es mucho más importante recordar, no que el ser querido murió; sino que "vivió" y sigue viviendo en la presencia de Dios, en la memoria de sus seres queridos y de todas las personas que fueron tocadas por su generosidad y humildad. 

La vida de mi padre ha dejado recuerdos tan gratos que no pueden olvidarse. 

Cuando la separación no tiene solución; cuando la injusticia hace presa de una persona, es cuando el Padre abraza amorosamente a nuestro ser querido y le susurra "ven conmigo, descansa ya". 

Un corazón de oro dejo de latir. Manos que trabajaron duro, están descansando ya. 

Sabemos que hay vida eterna, y que el amor es inmortal. La muerte es solo un horizonte, el límite hasta donde podemos ver en esta vida. Pero después de él, existen cosas mejores para los hijos de Dios. 

Amigo, no tengo ningún resentimiento contigo. Ni con nadie que te mando a cometer semejante acto de barbarie. Los he perdonado. Deseo que Dios los bendiga, los guarde. Que sus familias sean prosperadas. Y, si no es mucho pedirle a Dios, un día si llego a saber quién eres, quisiera darte un gran abrazo y decirte: "Hay cosas buenas por delante. Todos cometemos errores". 

Este país no necesita más odio. Somos salvadoreños. Hijos de esta gran tierra que lleva el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Honremos ese nombre. Porque el mandamiento más importante fue: 

"Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente —le respondió Jesús—. Éste es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a éste: “Ama a tu prójimo como a ti mismo." (Mateo 22:37-39) 

Dios te bendiga AMIGO.

 

F. Carlos Antonio Herrera Rebollo (hijo)

23 de mayo de 2013 

 Vea también los testimonios de:

Ana Celina: Desde El Salvador al mundo: ¿Quién ha causado terror en tu vida?

Alicia:  Desde El Salvador al mundo: ¡Murió mi héroe! ¡murió mi papá!

Carlos: Desde El Salvador al mundo: Carta a quien asesinó a mi padre

Susy: Desde El Salvador al mundo: El perdón es posible

1 comentario:

  1. Solo el amor y la mano de Dios, mueve el perdón hacia un daño cometido. Dios bendiga con más sabiduría la vida de Carlos y su familia. Lindo relato, un fuerte abrazo.

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